Mañana, Día de Todos los Santos o lo que en la versión americana se conoce como la noche de Halloween, la tradición culinaria manda recordar a los muertos. En España los vivos festejamos a nuestros difuntos con buñuelos de viento y huesos de santo.
Buñuelos de viento
Los buñuelos de viento son unos dulces sutiles y delicados que tienen gran popularidad en toda España, pero fue en el Madrid del siglo XVI donde comenzaron poco a poco a tomar más arraigo.
Anteriormente en el medievo, su consumo y elaboración era exclusivo de conventos y palacios, pero de ahí paso a las casas de familia y las verbenas, en las que se ofrecían por churreros ambulantes en las fiestas de los pueblos.
El termino buñuelo proviene del vocablo romano bony, que significa bulto o protuberancia, unas exquisitas deformidades que aún hoy se toman en algunos lugares, recién fritos y espolvoreados de azúcar, acompañados de una copita de anis o un chocolate.
Su apelativo de viento se debe que que eran huecos. La bonanza económica y la inventiva de los pasteleros hizo que se rellenaran de diversas cremas, desde el chocolate hasta el boniato, y comenzó la costumbre de tomarlos fríos como cualquier otro pastel.
Las dos condiciones básicas de un buñuelo bien hecho es que no resulte aceitoso y que el bocado en su conjunto sea ligero.
Huesos de santo
Aunque los más populares sean los buñuelos de viento, los huesos de santo comparten protagonismo.
Hechos con una pasta de almendra, azúcar y agua, el mazapán resultante después de darle forma de canuto se deja secar aproximadamente durante un mes y medio para que adquieran esa consistencia algo dura, otros pasteleros optan por elaborarlos en el momento para que resulten mas jugosos. Luego se rellenan simulando un hueso de caña y su tuétano.
Se cree que es un invención de los feriantes del siglo XV. Por aquel entonces eran muy reverenciadas las reliquias y los exvotos, ya que se consideraban muy peligrosas. Los huesos de santo se vendían cuando la gente acudía a las ermitas y cementerios a rezar a sus muertos.